DEL BASTO, Liliana. Una reflexión en torno a la universidad y su acreditación. En: Revista ieRed: Revista Electrónica de la Red de Investigación Educativa [en línea]. Vol.1, No.1 (Julio-Diciembre de 2004). Disponible en Internet: <http://revista.iered.org.co>. ISSN 1794-8061

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Una reflexión en torno a la universidad y su acreditación

Liliana Margarita Del Basto Sabogal
lmdelbasto@iered.unicauca.edu.co

Facultad de Ciencias de la Educación
Universidad del Tolima
Ibagué - Colombia

Este documento presenta algunos elementos básicos para una posterior reflexión en torno a la universidad y su relación con los procesos de acreditación que se generaron en nuestro país a partir de la ley 30 de 1992 y que están incidiendo notablemente en nuestras instituciones de educación superior. Esta situación suscita inquietudes que fundamentan un interés investigativo orientado a detectar la incidencia de éstos procesos en la construcción de modelos de universidad -deber ser- en el momento actual. Se parte de una mirada retrospectiva de la historia de nuestras universidades en los últimos años, caracterizándolas de acuerdo al momento histórico que incidió en sus rasgos sustantivos para detenerme en la universidad acreditada del presente siglo y establecer, a partir de este tipo de universidad, una serie de reflexiones que motivan la iniciativa de investigación.

REFLEXIÓN INICIAL

El siglo XXI, caracterizado por la sociedad del conocimiento, postula la educación como una condición para el desarrollo social, económico y cultural, y a la vez la clave para lograr el pleno ejercicio de la democracia y la equidad social; es así, como se fortalece la idea de su responsabilidad en la construcción, en términos de equidad, de una sociedad ordenada basada en ideales de equidad y solidaridad. Su labor formativa no se agota en el desarrollo de competencias para la investigación científica y sus aplicaciones prácticas, abarca los espacios de aprendizaje, socialización e interacción permanente.

Parsons señala, en lo referente a los componentes de la educación moderna, que la educación “sintetiza los temas de la revolución industrial y democrática: igualdad de oportunidades e igualdad de ciudadanía”1. Lo que se traduce en dos momentos complementarios de la modernidad: el desarrollo material de la sociedad con base en la ciencia y la tecnología, y el autentico progreso moral y cultural de la sociedad.

Sin embargo, se está viviendo un periodo histórico de grandes y dolorosas paradojas: La modernización económica, junto a formas premodernas de producción; el crecimiento de los niveles de confort social, frente al empobrecimiento paulatino de grandes grupos poblacionales; el fortalecimiento de los grupos políticos, frente a la orfandad de representación del ciudadano común; el desarrollo de la ciencia y la tecnología y las numerosas muertes por desnutrición e insalubridad; además, los cambios radicales de paradigmas filosóficos y epistemológicos que conviven con el analfabetismo y el renacimiento de todo tipo de ortodoxias; la conformación de grandes bloques económicos mundiales, con la simultánea desmembración de las economías nacionales2 y la proliferación de universidades y programas de educación superior frente a cada vez más preocupantes índices de corrupción e inmoralidad.

Se presenta en este cambio de siglo, una situación de descomposición y de violencia a la cual se contrapone una bonanza del discurso ético del discurso moral, lo que obliga a reflexionar en torno a la misión asignada a la educación y particularmente a la educación superior; sobre el papel que están desempeñando las universidades en la conformación de un modelo histórico de hombre y mujer que articule su formación intelectual con su sensibilidad estética, su dimensión psicoafectiva y su conciencia ética. Formación, en el sentido planteado por Gadamer,3 en cuanto aborda al individuo en su totalidad y articula elementos inherentes a la verdad, la rectitud y la sinceridad. Pero, qué papel ha desempeñado la universidad en nuestro país desde el siglo pasado?

LAS UNIVERSIDADES COLOMBIANAS DESDE MEDIADOS DEL SIGLO XX

Deseo referirme inicialmente a la clasificación de nuestras universidades, acogiéndome a los planteamientos expresados por el profesor Guillermo Hoyos4 quien anota en un análisis de la reciente historia de la universidad colombiana de los últimos 50 años, que pueden identificarse diferentes maneras, ideas, tipos y momentos que permiten hacer una clasificación, partiendo de la concepción misma de Universidad en cada época.

Un primer momento corresponde con un tipo de universidad que complementa la clásica universidad humanística de los años cincuenta, es la universidad modernizante5 y tecnológica, que aporta al desarrollo agrícola e industrial y que privilegia la racionalidad instrumental. Este tipo de universidad se basa en el avance de las ciencias, especialmente de las llamadas ciencias naturales, lo mismo que de la técnica que evidenció su gran fuerza transformadora y propició grandes cambios en la concepción de la naturaleza y de la sociedad. Tales desarrollos afectaron de manera radical el sentido y la función de la educación en general y de la universidad en particular. La educación devino en instrucción, en entrenamiento, en capacitación para la actividad productiva y en general, para el trabajo. El ser y el quehacer al igual que la misión de la universidad moderna se definió por referencia a la producción, reproducción y difusión del conocimiento científico con miras a su aprovechamiento o aplicación.

Un segundo tipo de universidad, la Universidad Revolucionaria de los años setenta surge en respuesta a los sucesos de mayo del 68, en resonancia con la revolución cubana y en general con los movimientos revolucionarios. Es una universidad contestataria “La Universidad se convierte en la caja de resonancia de los conflictos de la época” (Hoyos, G. 2002). Ésta es una universidad comprometida con la problemática del país.

A finales de los años ochenta y principios de los noventa surge la Universidad Investigadora. En ella se da una especial relevancia a la investigación, se devalúa en parte la docencia y se establecen categorías entre los docentes. Es la universidad narcisista que justifica su poder en el saber pero que se encierra en sí misma y pierde contacto con la realidad. ”La Universidad se repliega sobre sí misma en un narcisismo sospechoso, las mejores establecen vínculos académicos con el extranjero, se acentúa la ruptura con una sociedad que ya comenzaba a desconfiar de la academia y a veces quisiera prescindir de ella“ (Hoyos G., 2002).

Un cuarto tipo de Universidad es la Universidad Política de los años noventa, la cual se manifiesta con mayor énfasis en las instituciones privadas de las cuales surgen egresados que inmediatamente se vinculan al gobierno de turno. (El Kinder de Gaviria) “Es una universidad política, ahora en el gobierno. Lo único que decimos hoy de ella, así sus defensores nos detesten por solo pensarlo, es que parecen haber errado también el camino, con la gran diferencia de que los anteriores modelos, menos dogmáticos que los neófitos del neoliberalismo, todavía se preguntaban por el ethos de la universidad, así lo buscaran en el lugar equivocado” (Hoyos. G., 2002).

LA UNIVERSIDAD ACREDITADA Y SU CONTEXTO

Por último, surge la universidad acreditada que debe responder a una serie de factores que determinan su calidad. Se manifiesta en el presente siglo, en un momento en el que los países de América Latina han sido escenario de profundas transformaciones de diversa índole que están afectando al sector educativo en general y al sistema universitario en particular. Éste último se encuentra inmerso en el contexto de la globalización6, de la internacionalización y debe asumir el desafió pluralista de la modernidad, y su integración exitosa a la “aldea global”. Es un momento en el cual se evidencia, con mayor énfasis, la proliferación y diversificación de instituciones de Educación Superior con la consecuente y notoria expansión cuantitativa7, con una marcada diversificación de estructuras institucionales, de programas y de modelos de trabajo académico que manifiestan un claro aumento de la participación del sector privado lo cual ha repercutido en el incremento de la oferta de programas no sólo presenciales sino también de modalidades a distancia y virtuales. Simultáneamente, existe una indudable limitación en la cualificación de los docentes para asumir los nuevos retos y se detectan múltiples desviaciones y tergiversaciones del concepto de “formación” como atributo de la misión institucional.

“La educación superior se enfrenta en nuestros días a un proceso de masificación y diversificación de su demanda, da muestras de un deterioro de calidad y pérdida de relevancia para los otros niveles del sistema educativo, la economía y el sistema político en general. No solo en los foros académicos sino en distintos sectores de la sociedad se explora discute y analiza el papel que debe cumplir la universidad en un mundo sujeto a un vertiginoso proceso de cambio”8

Al respecto es especialmente importante retomar lo planteado por Ortega, Jaspers y Newman, respecto a la importancia de identificar las características del entorno, el contexto, buscar “el esclarecimiento de la situación, el plano donde acontece el vivir”,”9

Surgen igualmente, nuevas estrategias para el mejoramiento de la calidad de la Educación Superior con base en múltiples diagnósticos y estudios de diversa índole, generados especialmente a partir de la década del 8010. Se observa, igualmente, el interés de fortalecer la pertinencia social de las universidades y de sus programas, de consolidar la autonomía universitaria sobre la base de la responsabilidad, la libertad y la calidad de la formación y de generar espacios de reflexión que posibilitan su cabal desempeño respondiendo así, al cumplimiento de su función social.

En este contexto, surge la Ley 30 de 1992, que organizó el Servicio Público de la Educación Superior en Colombia y creó el Sistema Nacional de Acreditación, SNA (art.53), considerado como un instrumento de fomento de la calidad de la educación superior, apoyado en un sistema de evaluación; a través del cual, las instituciones rinden cuentas a la sociedad y al Estado sobre el servicio público de la educación que ofrecen. La acreditación garantiza a la sociedad que el quehacer de las universidades responde a la naturaleza y funciones de la educación y a una realización óptima de lo que es propio Consejo Nacional de Acreditación (CNA).

La redición de cuentas fortalece las notas constitutivas de la universidad particularmente en lo que hace referencia a la autonomía, la cual se basa en su libertad académica y en la conciencia de su responsabilidad.

Las cuatro ideas iniciales de universidad se constituyen en elementos articuladores para desarrollar sus tareas expresadas en esas cuatro realizaciones del ser mismo de la Universidad, pero solo se puede cumplir si se establece la relación fundamental de ésta con la sociedad civil. La universidad gana identidad en la mediación del diálogo con la sociedad civil, con su contexto, y genera sensibilidad con respecto a la problemática de la región, en ese diálogo es donde gana y hace presencia pública y ese es el primer momento de una ética comunicativa, discursiva, del compromiso, del ethos. El comprender la problemática que nos rodea es comprender nuestra pertenencia. Es a partir de esa pertenencia que gana su propia identidad.

TAREAS DE LA UNIVERSIDAD

Fundamentalmente la misión de la universidad es contribuir desde la academia al desarrollo del país (universidad moderna), esta misión debe estar también orientada a asumir una postura critica (universidad revolucionaria), debe estar comprometida con los cambios sociales pero al unísono con la sociedad civil; debe, indudablemente, fortalecer el componente investigativo en su tarea fundamental de producir conocimiento (universidad Investigadora) pero no alejada y a espaldas de la realidad y le corresponde, además, mantener una permanente relación con el Estado, pero no aliada con el gobierno de turno (universidad política). El problema surge cuando cada una se esfuerza por cumplir un papel determinado descuidando las otras tareas básicas.

En este contexto se evidencia que la universidad no puede ser solamente un espacio en el cual se trasmiten conocimientos, sino y sobre todo, debe ser un espacio de vida colectiva en el cual se forja el “yo” como ser individual y el “nosotros” como parte de una comunidad, es un lugar de construcción cultural de seres y saberes que fundan y moldean una sociedad en diálogo permanente tanto interno como con su entorno.

Para Neuman y Jaspers la universidad “era un lugar que reunía todas las ciencias y todas las formas de conocimiento, lo cual propiciaba, por el diálogo y la controversia en que estos saberes se reunían, la fuente privilegiada para hacerlos progresar”. (Luque, Mónica.1995 pp. 190)

MacIntyre identifica a las universidades como “… sitios en los que se elaboran concepciones y criterios de la justificación racional, se los hace funcionar en las detalladas prácticas de investigación, y se los evalúa racionalmente, de manera que solo de la universidad puede aprender la sociedad en general cómo conducir sus propios debates prácticos o teóricos, de un modo que se pueda justificar racionalmente. Pero esta misma pretensión sólo debe presentarse de una manera plausible y justificable cuando, y en la medida en que, la universidad sea un lugar en el que a los pareceres rivales y opuestos sobre la justificación racional –tales como los de los genealogistas y de los tomistas- se les dé la oportunidad no solo de desarrollar sus propias investigaciones en la práctica y en la articulación de la teoría de esa practica, sino también de dirigir su guerra intelectual y moral” (MacIntyre. Alasdair, 1992 pg 274)

Se podrían citar múltiples posturas, posiciones, concepciones y miradas de la universidad. A cada una le corresponde un modo particular de entender el hombre, la sociedad y el papel fundamental que debe desempeñar en cada momento histórico. En cada una subyace un reclamo por volver más claro el cometido, no ya de su hacer, sino de su actuación en el mundo. Sin embargo, la esencia misma de la Universidad es el pluralismo razonable, es el diálogo multicultural.

El reflexionar sobre la universidad obliga a asumir, como imperativo, el recuperar el sentido de su espíritu original. Más que nunca se hace necesario volver la vista hacia atrás e indagar en torno al concepto y función de la universidad

DESAFÍOS DE LA UNIVERSIDAD ACREDITADA

A la universidad acreditada se le presentan múltiples desafíos: demanda de una adecuada función crítica y propositiva; formación que posibilite el desarrollo científico y tecnológico con base en una clara dimensión ética y en valores; Fortalecimiento de las funciones de docencia, investigación y extensión; realización de un trabajo interdisciplinario con una clara flexibilidad del sistema; ofrecimiento de educación permanente como una educación abierta a tod@s y para toda la vida; generación de nuevos modelos educativos y en consecuencia de un adecuado rediseño curricular, además de la transformación del papel del docente.

Al respecto, Ortega y Gasset, colocó como compromiso vital para la universidad el que se salvará a sí misma, reclamando a sus miembros la dignificación de su presencia histórica y social como intelectuales comprometidos con su tiempo. (ORTEGA Y GASSET, 1930)

Así, Ramón Mayorga11 destaca los siguientes puntos que a su juicio, deberían formar parte de una agenda de discusión y de acción por parte de los académicos y políticos:

En este contexto, la acreditación, adquiere un enorme significado político y social. La evaluación y, particularmente, la autoevaluación de una institución educativa, está fundamentada en un sentido de hombre y de sociedad en permanente construcción que se encuentra a la deriva de las circunstancias, de los cambios, del devenir diario y contingente y, también, se fundamenta en un paradigma de la educación y una idea de universidad basada en procesos de comunicación y de diálogo. Por ello es importante comprender la acreditación más en función de mejoramiento de la calidad que de procesos de mercantilización en ínfima relación con las posibilidades de reforma.

Esto obliga a identificar la calidad y el mejoramiento institucional como el fin que se pretende y la acreditación, como el medio. La ambigüedad que se pueda generar al respecto repercute notoriamente en la responsabilidad corporativa de la formación que compete a una institución educativa del mas alto nivel. En consecuencia, debe ser un proceso social, de interés público, de construcción de sentido y de contextos compartidos que posibilite la consolidación de la universidad como organización inteligente que aprende sobre la base del respeto, la solidaridad, la responsabilidad, la participación y por ende el diálogo. Un manejo superficial y poco responsable de los procesos de evaluación y acreditación conlleva serios riesgos en la consolidación del verdadero sentido del ser y el quehacer universitario. En consecuencia, la acreditación debe ser una política de Estado más que de simple gobierno.

Los procesos concebidos e implementados a raíz de la acreditación obligan a reflexionar en torno de los cambios generados en la universidad, a evaluar su impacto en la calidad. Al respecto, la concepción, el concepto de calidad, liga la palabra a unos atributos, en este caso de la Universidad, cuando se identifica con el grado de aproximación a “prototipos ideales”, definidos históricamente, esto orienta la indagación hacia el sentido de la universidad desde sus orígenes, los modelos existentes, buscando establecer el significado y sentido de la universidad contemporánea surgida de los procesos de acreditación.

Para el CNA, la calidad de una institución educativa del nivel superior o de un programa que estas instituciones ofrecen está dada por “el grado en que se aproximan al nivel de desempeño esperable que corresponde a su naturaleza. El logro y preservación de la calidad es entonces un reto en materia de educación superior, él anima la acción del Estado y convoca la voluntad de las instituciones” (CNA:2003).

Guillermo Hoyos (2002), señala que “pensar” el proceso de acreditación, nos orienta a redefinir la calidad, identificándola como cooperación, como inclusión de otros, como heterogeneidad, como participación de todos en la formación de cultura, como interculturalidad, y también como pertinencia, siendo la calidad más el espacio de la ética que del mercado. Debe entenderse la calidad más como saber responsable que como proceso técnico cuantificable; como proceso comunicativo, dialogal, discursivo, en el cual se privilegian a la vez la comprensión y la argumentación, a través de diálogo de pares y con la sociedad civil. La calidad es competencia discursiva, en cuanto capacidad colectiva de aprendizaje. Una teoría discursiva de la calidad busca sistemas de educación en los que se aprende comunicando, relacionándose, reconociéndose.

En este sentido la acreditación se constituye en una ratificación pública del diálogo entre la comunidad académica y la sociedad civil y de sus resultados. Se fomenta así una teoría discursiva de la educación. Participativa, “incluyente”, pluri e intercultural. Esto desarrolla el sentido de la educación para la ciudadanía, la mayoría de edad y la democracia en consecuencia, se da el fortalecimiento de la sociedad civil y de las comunidades académicas.

INTERESES E INQUIETUDES

Todo lo anterior se concreta en unas preguntas eje:

REFLEXIÓN FINAL EN TORNO AL CURRÍCULO

Cualquier transformación en la universidad se traduce en el currículo, Este, tiene la función de servir de enlace entre la sociedad y la institución educativa en su compromiso de favorecer la inserción de los ciudadanos en una cultura y un saber, en unas formas de producción.

Igualmente, se constituye en un mediador por el cual la institución educativa capta los contextos sociales, los modos de pensar, los procesos de producción, las vivencias (el mundo de la vida), el tejido cultural y político en el que esta inserta y todos aquellos aspectos de nuestra cotidianidad susceptibles de ser enseñados y aprendidos.

El currículo es un enlace entre las estructuras sociales, culturales, socio-económicas y políticas y la universidad, y es un filtro entre la organización y la misión de la universidad. Como enlace vincula el proyecto educativo institucional con el modelo de desarrollo económico, el proyecto social y los procesos de producción. Como filtro realiza un trabajo hermenéutico de develar los procesos de reproducción susceptibles de aprender por parte de la comunidad y de sus enseñados.

De la misma forma, el currículo debe ser validado en la práctica y en ese sentido la legitimidad de la institución se establece a través del reconocimiento público que le da la sociedad civil constituyéndose la acreditación en el mecanismo ideal para tal tarea

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1 Parsons, Talcon, The system of moderrns Societies.Englewood Cliffs, 1971. p 97 Citado por Guillermo Hoyos V. Univeridad, Estado y Sociedad: En: Educación Superior Sociedad e Investigación. Colciencias.Ascun. 2002 Pg168

2 GOYES Isabel y USCATEGUI Mireya. Tendencias mundiales y realidad nacional. Una aproximación desde la educación. Seminario de contextualización RUDECOLOMBIA. Pasto 2000.

3 El “Bildung” esta estrechamente vinculado a las ideas de enseñanza, aprendizaje y competencia personal El concepto de “formación” fue según Hans-Georg Gadamer es el más grande pensamiento del siglo XVIII y el que designa el elemento en que viven las ciencias del espíritu. La formación para Gadamer, pasa a ser algo muy estrechamente vinculado al concepto de cultura y designa el modo específicamente humano de dar forma a las disposiciones y capacidades naturales del hombre. En su libro Verdad y Método, cita a Kant al referirse a la “cultura” y su relación con la formación, como la capacidad o la disposición natural, que como tal es un acto de libertad del sujeto que actúa, menciona la de no dejar oxidar los propios talentos y no emplea aquí la palabra formación. Sin embargo, Hegel, habla de “formarse” y “formación” cuando recoge la idea de Kant de las obligaciones para con uno mismo. W.von Humboldt percibe una diferencia de significado entre cultura y formación: se refiere a algo mas elevado e interior: Al modo de percibir que procede del conocimiento y del sentimiento de toda vida espiritual y ética y se derrama armoniosamente sobre la sensibilidad y el carácter. Aquí formación no quiere decir ya cultura, esto es desarrollo de capacidades y talentos. Aparece entonces, el resurgimiento de la vieja tradición mística, según la cual el hombre lleva en su alma la imagen de Dios conforme la cual fue creado y debe reconstruirla en sí. El resultado de la formación no se produce al modo de lo técnico sino que surge del proceso interior de la formación y conformación y se encuentra por ello en constante desarrollo y progresión. Ver: Gadamer, Hans- George. : Verdad y Método .Ediciones. Sígueme. Salamanca 2001. Ps 36-40.

4 HOYOS Guillermo. El Ethos de la universidad. En: Revista UIS-Humanidades. Vol 27 No 1 pp13 -23 enero junio de 1998. HENAO, Myriam, HOYOS, Guillermo y Otros. Educación superior sociedad e investigación. Conciencias. Ascun. Bogotá. 2002.

5 La universidad moderna la ubica hacia 1936 con la Universidad Nacional.

6 Con el término globalización hacemos referencia a la creciente interdependencia que afecta a todos los países, en todos los órdenes. De acuerdo con Joseph Stigliz, premio Nóbel de Economía y expresidente del Banco Mundial, la globalización tiene significados distintos en diversos lugares, el problema no reside en la globalización en sí, sino en la forma de manejarla.

7 Según datos obtenidos en el ICFES, existen en Colombia, en el presente año, 273 instituciones de Educación Superior y 52 seccionales, para un total de 325 de las cuales 106, el 32.6%, son estatales y 219, el 67.4%, son privadas. La proliferación de instituciones privadas y la mayor demanda de sus programas es más notoria en ciudades grandes.

8 LUQUE, Mónica. La idea de universidad .Estudios sobre Newman, Jaspers y Ortega y Gasset. PREDE / OEA. 1995.pp XI

9 idem.pp187

10 La Misión para la Modernización de la Universidad Pública, y sus documentos de base; La Misión de Ciencia Desarrollo, y su informe “Colombia al filo de la oportunidad”; La comisión Nacional para el Desarrollo de la Educación Superior; Hacia una agenda de transformación de la educación superior: Planteamientos y recomendaciones; el Seminario Nacional Teoría y Práxis de la Gestión en Instituciones de Educación Superior; la Movilización Social por la Educación superior: Bases para una política de Estado en materia de Educación superior; el Congreso de Educación Superior, Desafío global y respuesta Nacional. Además, los Movimientos de Reforma en cada una de las universidades, la Comisión de los cuarenta del Ministerio de Educación, la Ley 30 del 1992 y la Ley General de Educación

11 MAYORGA, Ramón. Los desafíos de la Universidad latinoamericana del siglo XXI” en La revista Latinoamericana de Educación No 21, Madrid, OEI, sep-dic de 1999. Citado por Guillermo Hoyos en : Nuevas relaciones entre la universidad el Estado y la sociedad. Educación superior, sociedad y educación. Colciencias y Ascun Bogotá, Mayo de 2002 pg 191